En Ginebra, las conversaciones para alcanzar un Tratado Global sobre los Plásticos han entrado en una fase decisiva. Paul Polman, ex CEO de Unilever, plantea en un artículo que estas negociaciones son mucho más que un acuerdo ambiental, ya que constituyen una prueba de fuego para determinar si los sistemas económicos y multilaterales actuales pueden contener una de las amenazas más rápidas y generalizadas para la salud humana y ambiental, o si quedará en evidencia que las instituciones heredadas del siglo pasado son incapaces de responder a crisis interconectadas y urgentes.

Foto: Paul Polman, ex CEO de Unilever.
Polman sostiene que la fragmentación en la gobernanza global —con políticas de contaminación, clima, biodiversidad y salud tratadas de manera separada— ha dificultado respuestas coherentes a problemas como el de los plásticos. Lo que alguna vez se consideró un problema estético hoy se reconoce como una emergencia sanitaria global: microplásticos en la placenta y en el tejido pulmonar, disrupción endocrina y costos de salud estimados en más de 1,5 billones de dólares anuales, según The Lancet.
Para Polman el contexto industrial añade presión. Menciona que los plásticos representaron el 75% del crecimiento en la demanda global de petróleo en 2024 y se proyecta que su producción se triplique para 2060 si no se imponen límites. Aunque la ONU sostiene que sería posible reducir la contaminación plástica en un 80% para 2040 con soluciones ya existentes, el verdadero obstáculo es la falta de alineación entre políticas, financiamiento y estrategias empresariales.
El ex CEO de Unilever también señala que en las negociaciones la influencia de la industria es notoria: los representantes de empresas petroleras y químicas superan en número a las delegaciones combinadas de todos los países de la Unión Europea, y algunos Estados productores de petróleo aprovechan las reglas de consenso para bloquear propuestas que limiten la producción de plástico virgen.
Polman advierte que, si no se logra un acuerdo ambicioso que incluya límites a la producción, rediseño de productos para su circularidad y medidas para proteger la salud humana y de los ecosistemas, no solo se perderá una oportunidad histórica para abordar la crisis de los plásticos, sino también para restablecer la capacidad de acción del sistema multilateral.
Ante el estancamiento de los negociadores, Polman hace un llamado a que ministros, empresas y sociedad civil asuman un liderazgo activo, como ocurrió en el proceso previo al Acuerdo de París, y a que reconozcan que reglas firmes no amenazan a los mercados, sino que los fortalecen. El concepto en el que basa su argumentación es que no se trata solo de plásticos, sino de la calidad del aire, la seguridad de los alimentos y la salud de los ecosistemas para las generaciones presentes y futuras.