El reciente Acuerdo Marco sobre Comercio Recíproco, Justo y Equilibrado, anunciado por Estados Unidos y la Unión Europea, fue presentado como un paso decisivo para afianzar la relación económica transatlántica. El pacto elimina aranceles en sectores industriales, agrícolas y tecnológicos, y promete inversiones cruzadas que superarán el billón de dólares en los próximos años. Pero entre los términos negociados se coló un tema que, hasta ahora, parecía ajeno a los tratados comerciales: las regulaciones europeas sobre sostenibilidad corporativa, la CSDDD y la CSRD.

Foto: Ursula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea, y Donald Trump, presidente de Estados Unidos (Créditos: © Copyright European Union – 2025).
Un capítulo incómodo en la negociación
Según el documento conjunto, Bruselas asumió el compromiso de que estas dos directivas —la Corporate Sustainability Due Diligence Directive (CSDDD) y la Corporate Sustainability Reporting Directive (CSRD)— no se conviertan en obstáculos para el comercio con Estados Unidos. Fuentes en ambos lados del Atlántico reconocen que Washington presionó en las mesas de negociación para que estas normas, diseñadas originalmente para empresas europeas, no impongan cargas desproporcionadas a firmas extranjeras que exportan al bloque.
En particular, los negociadores estadounidenses cuestionaban tres aspectos:
- El régimen de responsabilidad civil de la CSDDD, que podría exponer a compañías extranjeras a litigios en tribunales europeos.
- Las obligaciones climáticas incluidas en la directiva, que se superponen con regulaciones vigentes en EE.UU.
- La aplicación extraterritorial de ambas normas, que podría obligar a multinacionales estadounidenses a rediseñar sus reportes de sostenibilidad.
La respuesta europea
Ante estas objeciones, la Comisión Europea incluyó en el acuerdo una serie de garantías. Entre ellas, revisar el diseño del régimen de responsabilidad civil, reducir la carga administrativa para pymes y explorar un mecanismo de reconocimiento mutuo de marcos regulatorios que permita a EE.UU. acreditar sus propias normas como equivalentes.
En la declaración, la UE también se compromete a abordar las preocupaciones de EE. UU. con respecto al Reglamento sobre la Deforestación de la UE (EUDR) y a ofrecer “flexibilidades adicionales” en la aplicación del Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM).
Para analistas en Bruselas, esta cláusula representa un giro estratégico. La UE no renuncia a su agenda de sostenibilidad, pero reconoce que imponer sus reglas sin ajustes podría tensar la relación con su mayor socio comercial.
Una tensión que trasciende lo comercial
El trasfondo de esta negociación muestra cómo las normas de sostenibilidad empresarial se están convirtiendo en parte del tablero geopolítico. Lo que comenzó como un marco regulatorio para proteger derechos humanos y ambientales dentro de Europa ahora se discute en el mismo nivel que aranceles a automóviles o cuotas energéticas.
Estados Unidos, que se presenta como un mercado con regulaciones ambientales “de alta calidad”, busca blindar a sus empresas frente a lo que considera un riesgo de proteccionismo verde. Bruselas, en cambio, defiende que la transición sostenible es innegociable, pero acepta que, sin flexibilidad, puede generar fricciones innecesarias.
El mensaje hacia terceros países
La inclusión de la CSDDD y la CSRD en este acuerdo bilateral no es un detalle técnico. Es una señal de que, en el futuro, los estándares de sostenibilidad serán parte de la agenda comercial internacional. Y aunque el pacto con Washington suaviza su aplicación, también marca como precedente que las reglas del comercio global ya no se definirán únicamente por aranceles y cuotas, sino también por la capacidad de las empresas de demostrar prácticas responsables en toda su cadena de valor.