Un nuevo paper académico encendió las alarmas: mientras los océanos sostienen la vida en el planeta y se convierten en epicentro de la economía global, las grandes corporaciones informan apenas una parte mínima de los daños que generan en ellos. El estudio, publicado en Nature Sustainability, analizó cientos de reportes de sostenibilidad y encontró como patrón que las compañías dicen mucho sobre sus emisiones de carbono, pero casi nada sobre el impacto directo que producen en la biodiversidad marina.

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La investigación rastreó los informes de las diez mayores empresas en ocho sectores estratégicos de la economía oceánica —desde la pesca y el turismo de cruceros hasta la construcción naval, el petróleo y gas offshore y la energía eólica marina—. La evidencia muestra que, detrás de los discursos de sostenibilidad, hay un vacío en la rendición de cuentas. Indicadores críticos como destrucción de hábitats, ruido submarino, sobrepesca o introducción de especies invasoras están prácticamente ausentes.
Uno de los hallazgos más importantes es que menos de un tercio de las compañías analizadas reporta algún dato vinculado a biodiversidad, y cuando lo hace utiliza métricas tan dispares que resultan imposibles de comparar. En otras palabras, no hay un estándar común lo que llevaría a que cada cual pueda publicar lo que quiere. “La transparencia, en estas condiciones, se convierte en una ilusión”, advierte el autor principal Jean-Baptiste Jouffray, investigador de la Universidad de Stanford.
Para los autores, la omisión no es casual. Hacer visibles esos impactos podría abrir la puerta a sanciones regulatorias, demandas de comunidades costeras o, peor aún para los directorios, el retiro de inversiones. Por eso, aunque la información sobre emisiones de gases de efecto invernadero fluye con cierta regularidad —en parte porque es exigida por marcos voluntarios o bolsas de valores—, los datos más incómodos para el negocio permanecen en las sombras.
El estudio no solo expone estas lagunas: también identifica cómo la falta de información limita la capacidad de los inversores para calcular riesgos y presionar por cambios reales. En ese sentido, los autores también señalan que una mayor transparencia podría ayudar a mejorar los marcos de reporte y permitir a los inversores evaluar riesgos con mayor precisión, incentivando cambios en las prácticas empresariales. Por ejemplo, iniciativas como el Taskforce for Nature-Related Financial Disclosures (TNFD) y el CDP ya trabajan en la incorporación de indicadores relacionados con los océanos en sus guías de divulgación.
El próximo paso de la investigación será mapear el rol de los financiadores de las grandes compañías de la economía oceánica para analizar hasta qué punto podrían influir en la adopción de estándares más completos de reporte. Según los especialistas, el objetivo es avanzar hacia un sistema que haga visible no solo la huella climática de las empresas, sino también su huella oceánica.