El bienestar de los trabajadores está en retroceso. Así lo indica el último informe “Health on Demand 2025”, elaborado por Mercer Marsh Beneficios, que encuestó a más de 18.000 personas en 17 países. Los resultados muestran un dato que inquieta: el porcentaje de trabajadores que se sienten bien física y mentalmente cayó del 82% al 74% en solo un año. La baja, lejos de ser un fenómeno aislado, refleja una tendencia global marcada por el estrés, la inseguridad económica y las dificultades para acceder a servicios básicos de salud.

Las causas de este deterioro son múltiples. Según el estudio, los efectos acumulados de la crisis climática, los conflictos internacionales y las transformaciones del mercado laboral están dejando una huella profunda en la salud de los empleados. El estrés cotidiano es una constante: el 45% de los encuestados afirma sentirse estresado todos los días, y otro 41%, casi todos los días laborales.
Al mismo tiempo, los servicios de salud están cada vez más lejos del alcance de quienes los necesitan. El 85% de los trabajadores reconoció haber postergado consultas médicas, principalmente por razones económicas, demoras para obtener turnos o dificultades para ausentarse del trabajo. En América Latina y el Caribe, los datos son particularmente sensibles: beneficios básicos como descuentos en medicamentos o coberturas para consultas ambulatorias son percibidos como esenciales, pero solo entre el 24% y el 28% de los empleadores los ofrecen.
Uno de los aspectos más críticos que revela el informe es la desigualdad en el acceso a beneficios. El 35% de los trabajadores con ingresos por debajo de la mediana teme no poder costear su atención médica, una preocupación que afecta de forma similar al 30% de las mujeres y de las personas con enfermedades crónicas o discapacidades. Además, una mayoría en ese mismo segmento económico expresó preocupación por su futuro financiero: desde la imposibilidad de ahorrar para la jubilación hasta la dificultad de acceder a una vivienda o cubrir los gastos básicos del mes.
Aunque el estudio fue realizado por una consultora especializada en beneficios corporativos, sus conclusiones van más allá del interés empresarial. El documento plantea preguntas estructurales sobre el modelo actual de protección social: ¿qué rol deben asumir las empresas en contextos donde los sistemas públicos o privados de salud no logran dar respuesta? ¿Y hasta qué punto puede considerarse a los beneficios laborales como parte del salario emocional o deben ser parte de un piso mínimo de cobertura?
Otro eje que se destaca es el impacto de la longevidad laboral. Con un mercado cada vez más diverso en edades y personas que continúan trabajando más allá de los 60 años, el bienestar ya no puede pensarse como un beneficio accesorio sino como una condición de sostenibilidad del empleo a largo plazo. Según el informe, más del 50% de los trabajadores —independientemente de su edad— están muy o extremadamente preocupados por el deterioro de su salud física o mental.
Frente a esta situación, Mercer recomienda a las organizaciones adoptar una estrategia más segmentada y personalizada. “En lugar de ofrecer paquetes genéricos, los empleadores deben tener en cuenta las distintas necesidades dentro de su fuerza laboral”, sostiene Agustín de Estrada, líder de consultoría en Salud & Beneficios de la firma en América Latina. El documento sugiere incorporar modalidades como atención médica in situ o servicios virtuales, con el objetivo de reducir barreras de acceso y aumentar la confianza de los empleados en sus empleadores.
Aunque el informe parte de una perspectiva corporativa, sus hallazgos abren una discusión más amplia: el vínculo entre salud, empleo y bienestar es cada vez más estrecho, y su fragilidad comienza a tener consecuencias visibles. Detrás de cada puesto de trabajo, recuerdan los autores del estudio, hay una persona. El desafío para las organizaciones —y para los sistemas en general— será cómo responder a esa realidad antes de que el malestar se vuelva crónico.