Las disparidades geográficas en torno a la inversión climática están tomando un nuevo protagonismo entre los actores institucionales globales, según revela la 5ª Encuesta Global sobre Inversión Climática 2025 elaborada por Robeco. Ante un escenario de transición energética cada vez más presionado por la geopolítica y la fragmentación regulatoria, el estudio —basado en 300 inversores institucionales y mayoristas con un volumen de activos bajo gestión cercano a los USD 31,2 billones— pone sobre la mesa una realidad: el enfoque hacia la sostenibilidad está lejos de ser uniforme y comienza a divergir de forma significativa entre regiones.

Foto: Lucian Peppelenbos, estratega de Clima y Biodiversidad de Robeco.
Estados Unidos: foco de incertidumbre, no de liderazgo
La política energética estadounidense vuelve a ocupar un rol central. Un 56% de los encuestados considera que la agenda de Donald Trump —abiertamente favorable a los combustibles fósiles y hostil hacia las energías limpias— supondrá un freno temporal para la transición hacia una economía baja en carbono. Sin embargo, prevalece el consenso de que el impulso hacia el “net zero” se reactivará tras un eventual recambio en la Casa Blanca.
De hecho, el 59% de los inversores a nivel global se muestra reticente a tomar decisiones significativas sobre activos expuestos a cambios regulatorios en EE.UU. hasta que haya mayor claridad. En contraposición, tanto en Europa (58%) como en Asia-Pacífico (62%) se observa una preferencia creciente por redirigir capital hacia otras regiones con mayores garantías de continuidad en políticas climáticas, especialmente en sectores como las soluciones verdes, las empresas en transición y las energías renovables.
Marco político: el gran cuello de botella
Una de las señales más consistentes del informe tiene que ver con la percepción de insuficiencia en el respaldo gubernamental. A pesar de los compromisos corporativos asumidos en torno a objetivos neto cero para 2050, los marcos regulatorios siguen rezagados. Esta falta de alineación entre el discurso público y las medidas concretas está generando incertidumbre operativa y riesgos estratégicos crecientes para los grandes inversores.
El estudio revela diferencias regionales importantes en este frente. Mientras que el 41% de los inversionistas en Asia-Pacífico y el 39% en América del Norte identifican la falta de políticas económicas de apoyo como una barrera crítica para la descarbonización, en Europa esa cifra cae al 25%, lo que refleja un entorno normativo más previsible y alineado con los objetivos climáticos.
Clima en el centro… según la geografía
La forma en que se integra el cambio climático en las estrategias de inversión también difiere considerablemente. En Europa, un 62% de los gestores sigue considerando al clima como un eje central en su política de inversión; en Asia-Pacífico, el porcentaje alcanza el 59%. Norteamérica, sin embargo, muestra un giro notable: solo el 23% mantiene al cambio climático como prioridad estratégica, lo que representa una caída en el compromiso observado en ediciones anteriores.
Lucian Peppelenbos, estratega de Clima y Biodiversidad de Robeco, advierte sobre este repliegue. “Aunque muchos inversores continúan comprometidos con los objetivos climáticos, vemos señales de una menor priorización del cambio climático dentro de las estrategias de inversión a nivel global”, afirma. “Esto obliga a mantenerse enfocados y ser capaces de adaptarse rápidamente”.
La sostenibilidad en tiempos de disonancia
Para los gestores de activos, el mensaje que deja el informe es que el entorno para la inversión climática se ha vuelto más heterogéneo y desafiante. La sostenibilidad ya no es una narrativa unificadora, sino un terreno fragmentado por la política, la regulación y las prioridades regionales. En este contexto, los líderes de inversión deberán ser más selectivos, ágiles y estratégicos para capturar valor y gestionar riesgos en una transición que, aunque inevitable, será todo menos lineal.
En palabras de Robeco, el desafío pasa por seguir ofreciendo claridad y resiliencia a los clientes, incluso cuando el contexto global se muestra más incierto. La capacidad de alinear objetivos financieros con criterios de sostenibilidad, sin sacrificar retorno ni exposición al riesgo, será un diferencial clave en los próximos años.