Así lo manifestó Javier García Moritán, Director ejecutivo del GDFE, durante una entrevista realizada en el marco del lanzamiento del primer Think Tank Report de Sustenomics. La redefinición de la Misión para ser la organización que promueve la acción colectiva para el bien público, los riesgos de la hipercompetitividad infructuosa, la valorización del rol del sector privado como actor diferencial en el desarrollo, la necesidad de no disociar el éxito individual del desarrollo sostenible en términos comunes, y por qué piensa que la ejemplaridad personal es la ejemplaridad institucional, fueron algunos de los temas abordados en la entrevista.
Foto: Flavio Fuertes, Director Ejecutivo de Pacto Global Argentina, Sebastián Bigorito, Director Ejecutivo del CEADS, Javier García Moritán, Director ejecutivo del GDFE, y Pablo Leidi, Director de Sustenomics, en la entrevista realizada en el marco de la presentación del Think Tank Report de Sustenomics.
¿Cuál es el balance del año para GDFE?
A mí me resulta difícil pensar en el balance del año sin retrotraernos a diciembre del año pasado, sobre todo por dos datos inflacionarios que parece que hoy quedaron lejos en el tiempo. Pero recordemos que diciembre del año pasado cerró en Argentina con un 25% de inflación mensual, y enero de este año con un 20%. Después comenzó a desacelerar
¿Por qué traigo el dato inflacionario? No para hacer un análisis valorativo de las políticas económicas del gobierno nacional, sino para enfocarnos en el nivel de estrés y de locura que vivíamos por entonces. Y, sobre todo, por el balance del año para organizaciones como la nuestra, que tienen que sostenerse y que, en general, vivimos de una cuota social o del aporte de nuestros socios.
Arrancó siendo el año probablemente más desafiante de los que, por lo menos a mí, me tocó gestionar. Eso lo quiero poner en el comienzo de mi respuesta. Porque llegar al 9 de diciembre de este año enteros, con buen ánimo, y con ganas de reflexionar con optimismo, la verdad que es algo que merece ser valorado. Logramos un tránsito que merece ser tenido en cuenta.
Y a mí me da una impresión. Yo pensaba, cuando me anticiparon algunas líneas de por dónde iba a ir esta conversación sobre el balance 2024 para el GDFE, y algo que me entusiasmó fue darme cuenta de lo siguiente: nosotros este año nos atrevimos a hacer una profundización de la Misión. El GDFE va a cumplir 30 años en 2025. Y este año nos atrevimos, viendo al menos el recorrido de estos últimos ejercicios, nos atrevimos a redefinir la Misión, no formalmente, pero más informalmente. Cómo ser la organización que promueve la acción colectiva para el bien público.
Y lo traigo desde este lugar porque siento también que llegamos al fin de año de 2024 fuertes, con un año tremendamente desafiante. Y, sin embargo, fue el año en el que el GDFE más creció en su historia, en cantidad de socios, en volumen.
No siento que tengamos que celebrar desmedidamente, porque los desafíos siguen siendo mucho más grandes aún como para permitirnos una celebración a destiempo, o desmedida. Pero poder reconocer que aquel foco a partir del cual somos capaces de reconocer que el mayor de los esfuerzos individuales es infructuoso si no somos capaces de encontrar, por más de que nos cueste muchísimo, maneras de colaborar asertivas para lograr transformaciones más estructurales, es lo que a mí me hace sentir contento de ser parte de un movimiento, de un colectivo, que busca un cambio cultural y un cambio de transformación que pueda sentar las bases para permitirnos pensar en otro modelo de país.
Y esto puede plasmarse, solo en este año, en más de 18 ciudades, donde a través del Laboratorio buscamos generar un nuevo modelo de gobernanza en ciudades. No voy a hacer un repaso de los puntos fuertes para el GDFE de este año, pero sí compartir con la mayor modestia posible el orgullo de haber contribuido a posicionar un mensaje de colaboración, de encuentro y de consensos, por sobre la hipercompetitividad infructuosa, la cual te deja solo al final del camino, agotado por haber querido llegar primero, y encontrarte con que nadie más te acompañó en ese recorrido. La satisfacción de decir en un año complejísimo, cada vez somos más los que empujamos un recorrido que no busca el bien individual sino el bien mayor. Y que en el contexto de discusión ideológica, del contexto país, y de políticas, yo encuentro también una oportunidad. Y tiene que ver con esto de que es verdad que la Agenda 2030 se volvió en algunos ámbitos mala palabra. Es verdad que hablar de sostenibilidad, y hablar de ciertos temas en los que nosotros venimos trabajando desde hace mucho tiempo se volvieron temas controversiales. Cuando lo controversial debería ser el modo convencional en el que se hacen las cosas sin amparar los impactos en todas sus dimensiones.
Ahora bien, a la luz de la esperanza veo también que así como la Agenda 2030 en algunos ámbitos puede verse como mala palabra, también se valoriza como nunca antes el rol del sector privado, el sector privado como un actor diferencial, en algunos casos quizás con algunos excesos, como el del empresario como un héroe. Ahí es una discreción muy personal. Sin embargo, si el sector privado puede ser un actor diferencial en el desarrollo, creo que esa es la oportunidad a partir de la cual podemos nosotros desde la agenda del desarrollo sostenible hacer que ese sector privado ejemplar, no convencional, pueda llevar adelante esa misma agenda con mucho mayor vehemencia, enfrentando los desafíos inmensos que tenemos por delante.
¿Cuáles considera que son los principales desafíos a los que se enfrenta el sector privado en materia de sostenibilidad?
Para contextualizar los desafíos, y no encerrarnos en nuestras agendas más propias, me gustaría poner sobre la mesa los niveles escandalosos de pobreza, que me parece que es insoslayable en términos de entender institucionalmente nuestros roles. Comprender que nos toca trabajar en un ámbito en donde la pobreza ha crecido desmedidamente, y que también la pérdida de confianza en las instituciones es otro de los síntomas desafiantes para cualquier agenda de sostenibilidad, cuán creíbles terminamos siendo cada uno de nosotros, las diferentes instituciones de la sociedad. Y el tercero, que yo encuentro como el gran desafío para la sostenibilidad, es este individualismo exacerbado, y a veces promovido también.
Entonces la pobreza, la pérdida de confianza en las instituciones, y el individualismo; toda esta tríada lleva a un resquebrajamiento del tejido social que trae consecuencias muy profundas para el desarrollo de cualquier territorio y para sostener la convivencia, la armonía y la paz en cualquier territorio. Eso lo veo como potenciales riesgos permanentes, en donde todo el tiempo podemos estar expuestos.
Y, en términos mucho más concretos para nuestro trabajo de desarrollo sostenible, me da la impresión de que un desafío muy grande es que podamos cada uno de nosotros entender de que más allá de las agendas de ciertos estándares, métricas o certificaciones que podamos alcanzar, y que son parte inescindible de nuestro trabajo, que se requiere para alinear nuestra tarea de sostenibilidad a los negocios, para alcanzar nuevos mercados, etc; no perder de vista la identificación del compromiso genuino y estratégico con el largo plazo. Porque lo que se pondera y se valora en un momento después ya no. Lo que puede ser el ESG en un momento, puede que inmediatamente después se produzca un esquema completamente diferente en su valoración.
Entonces a mí me da la impresión de que redescubrir lo común en términos institucionales, que lo común también es lo comunitario, lo que nos congrega, lo que nos da la oportunidad de desarrollar instancias en donde podamos prosperar y progresar individualmente, y cuando digo individualmente es que nuestras compañías puedan ser exitosas sin que ese éxito ponga en jaque la sostenibilidad o el éxito, no solo en el largo plazo de esa organización individualmente, sino del entramado social en el que está inserta. Me parece que un desafío enorme que hace a la credibilidad y a la sostenibilidad es que no disociemos el éxito individual del desarrollo sostenible en términos comunes.
¿El rol de los Chief Sustainability Officers está destinado a desaparecer o debería jerarquizarse cada vez más?
Creo que ese rol se debería jerarquizar, definitivamente. Por una sencilla razón: la mirada del Sustainability Officer lo que hace con su lectura transversal del negocio, y de sus impactos en todas sus dimensiones, es precisamente la integralidad de lo que muchas veces se puede carecer. Y es lo que le otorga la mirada estratégica de largo plazo y de institucionalidad. Para mí no hay otra manera de comprender el desarrollo y la mirada de largo plazo, no solo de una organización sino de un país, si no es por su grado de institucionalidad.
Y como necesitamos fortalecer ese tejido social, y ese resquebrajamiento de instituciones fuertes, no solo creo que debe jerarquizarse el rol, sino que tenemos que ser mucho más audaces al elevar la voz. Y los Chief Sustainability Officers tenemos que ser mucho más promotores discursivos de esta agenda, para terminar de fortalecerla y ayudar a que se comprenda en la sociedad ese rol insustituible que debe tener para esa mirada integral, fundamental para el éxito del negocio. Y, al mismo tiempo, para que esa organización sea verdaderamente contributiva para todos sus públicos de interés.
¿Qué desafíos encarará el GDFE en el próximo año?
Había anticipado que se vienen los 30 años del GDFE, cosa que es un motivo de celebración. Creo que tiene que ser el año en donde nos animemos a poner sobre la mesa todo esto que venimos buscando cristalizar, en el sentido de ir de modelos individualistas, por más virtuosos que sean, a modelos palpables, tangibles, comprensibles de acción colectiva, de más colaboración, de modelos de gobernanza que puedan ser fáciles de comprender.
Y, me parece que más allá de los modelos o estructuras propuestas que podamos llevar adelante, quizás hay algo más profundo subyacente a los modelos cuando discutíamos hace un rato sobre las certificaciones, las métricas o los estándares. Yo no quiero parecer que enarbolo un discurso idealista que descree de ese tipo de estructuras, que funcionan y son necesarias. Lo que creo es que la mejor estrategia es una construcción auténtica, genuina, con un propósito real que te va a permitir alcanzar esas certificaciones, esas métricas y esos estándares. Y aunque cambien, tu propósito va a ser tan fuerte que vas a estar parado, y vas a haber construido sobre roca sólida. Entonces quizás la pregunta que yo me hago, más allá de los proyectos específicamente concretos, es si nos atrevemos a mirar el panorama hacia delante desde una ética de mínimos, o si nos atrevemos y nos sentimos llamados a pensar en la construcción de un bien mayor. Si lo hacemos desde una ética de mínimos, que puede ser respetable, vamos a buscar cumplir con las exigencias que tenemos, vamos a tratar de alcanzar esos mínimos que se requiere para nuestro rol o para nuestra actividad, y cumplir y quizás haber logrado el objetivo que se nos propone.
Sin embargo, aquellos que nos sentimos llamados a aportar un valor adicional frente a la envergadura de los dilemas que enfrentamos como personas y como instituciones, y nos sentimos llamados a aportar a un bien mayor, desde el GDFE sentimos que se necesita construir una vanguardia en torno al bien público, porque la verdad es que si cada uno de nosotros incrementa un poquito su capacidad contributiva y trata de hacer mejor lo que ya viene haciendo, lamentablemente la suma de esas contribuciones individuales no resuelve los problemas estructurales. Entonces para mí la ejemplaridad personal es la ejemplaridad institucional. Y si somos capaces de reunirnos para promover transformaciones de fondo, siento que nos vamos a estar acercando un poco más a un desafío institucional que responda también a las motivaciones personales más profundas de quienes nos sentimos llamados a pensar en la sostenibilidad y en el desarrollo en un sentido trascendente.