La sostenibilidad no debe ser rehén de debates ideológicos ni de cambios regulatorios fluctuantes. Adoptar un “camino del medio”, basado en la firmeza, el pragmatismo y la mejora continua, permite a las empresas avanzar hacia un desarrollo sostenible real y efectivo. Al final del día, la responsabilidad y la acción proactiva son las claves para construir un futuro más justo y sostenible para todos. Por Mercedes Occhi, Co-founder y Directora de Punto ESG. Abogada, Maestría en Derecho Empresarial.

Foto: Mercedes Occhi, Co-founder y Directora de Punto ESG.
En los últimos años, la sostenibilidad se ha convertido en un eje central de la estrategia empresarial, pero también en un tema de debate político e ideológico. Desde el auge del pensamiento WOKE, que impulsa una agenda más progresista y ambientalmente ambiciosa, hasta la reacción ANTIWOKE, que ve la sostenibilidad como una imposición excesiva y una amenaza a la competitividad, las discusiones han polarizado el tema. Sin embargo, en medio de estos extremos, hay una realidad innegable: la sostenibilidad es inescindible en la agenda empresarial, con o sin presiones regulatorias.
Más allá de cualquier debate ideológico, más allá de los vaivenes políticos y de la polarización entre posturas woke y antiwoke, hay principios que no pueden estar en discusión. Los derechos humanos no son negociables, no son una tendencia ni una ideología, sino la base de toda sociedad digna y justa. Nos tomó siglos erradicar o suavizar (?) aspectos como la discriminación de todo tipo, el trabajo forzoso, la explotación sin límites…. Y aun hoy, millones de personas siguen siendo víctimas de estas atrocidades. No podemos permitir que la sostenibilidad, que es una herramienta para un desarrollo más justo y equitativo, sea reducida a una simple disputa política o regulatoria. Proteger a las personas en toda su integridad, de hecho, a gozar de un medio ambiente saludable, no son ‘exigencias excesivas’ ni ‘modas del momento’ sino compromisos mínimos de cualquier empresa, gobierno o sociedad que se precie de ser civilizada.
Los cambios regulatorios en la UE: ¿flexibilización o marcha atrás?
El reciente “paquete ómnibus” propuesto por la Comisión Europea ha generado un gran debate al proponer un conjunto de ajustes flexibilizando la normativa de sostenibilidad, especialmente en la Directiva de Información sobre Sostenibilidad Corporativa (CSRD). Entre los principales cambios, se destacan:
- Aplazamiento en los plazos de reporte para muchas empresas, dándoles dos años adicionales para prepararse.
- Exclusión de un 80% de las empresas de ciertos requisitos de reporte detallado.
- Eliminación de los estándares sectoriales de los ESRS (Estándares Europeos de Reporte de Sostenibilidad).
- Flexibilización de la CSDDD (Directiva de Debida Diligencia en Sostenibilidad), limitando su aplicación a socios comerciales directos y reduciendo sanciones.
- Revisión del alcance de la Taxonomía de la UE, limitando la obligación de reporte a grandes empresas con más de 1.000 empleados.
Estos cambios han sido interpretados por algunos como un retroceso en el compromiso regulatorio de apoyo a la sostenibilidad planetado por la UE, mientras que otros los ven como una respuesta pragmática a las dificultades de implementación y a la carga administrativa que las empresas han enfrentado.
¿Qué está pasando realmente?
Más allá de la percepción de “marcha atrás”, es importante analizar la dirección en la que realmente se mueve el mundo empresarial. Mientras los marcos regulatorios se promueven, se revisan y se ajustan, las empresas siguen avanzando en sostenibilidad, y NO porque lo exija la ley, sino porque es una decisión estratégica inteligente.
Un claro ejemplo es la reciente encuesta de BDO, que reveló que más del 75% de los CFOs planean mantener o aumentar sus inversiones en sostenibilidad, incluso ante la “posición Trump” y su enfoque más escéptico hacia las regulaciones ambientales.
Esto confirma una tendencia clave: las empresas que han comprendido la sostenibilidad como un factor de competitividad seguirán avanzando, con o sin regulación. Porque la sostenibilidad NO es un capricho NI una moda pasajera. Es una estrategia de negocios que mejora la gestión de riesgos, impulsa la innovación, facilita el acceso al financiamiento y abre nuevas oportunidades comerciales, entre otras muchas cosas más.
Además, para sumar mas información (y disculpas por la longitud de este articulo), el contexto actual y futuro se vislumbra considerando conflictos armados entre países con las consecuencias económico sociales humanas ambientales que esto acarrea, el aumento de desinformación y falsas noticias, y las crisis medioambientales con escasez de recursos naturales y fenómenos meteorológicos extremos. El Informe de Riesgos Globales 2025 del Foro Económico Mundial volvió a poner sobre la mesa la interconexión de los desafíos ambientales, sociales y económicos, enfatizando la urgencia de una acción colectiva.
La colaboración entre gobiernos, sector privado y sociedad civil no es un lujo ni una tendencia pasajera, sino la base sobre la cual podemos construir un futuro resiliente y sostenible.
Voluntariedad y anticipación: la clave para una sostenibilidad real
Y acá llego a lo que más quiero resaltar: en este contexto de cambios regulatorios y debates ideológicos, es fundamental que las empresas no dependan únicamente de la presión legal para avanzar en sostenibilidad.
Las organizaciones que trabajan de manera voluntaria y proactiva en la medición, gestión y rendición de cuentas en temas ASG (Ambientales, Sociales y de Gobernanza) están mejor preparadas para la incertidumbre. Desarrollar estructuras internas sólidas, integrar la sostenibilidad en la estrategia y mejorar continuamente permite a las empresas fortalecer su resiliencia frente a los cambios políticos y regulatorios.
Porque el camino seguro hacia el desarrollo sostenible no depende de la ideología del gobierno de turno ni de los vaivenes regulatorios. Depende de la capacidad de las empresas para:
- Mantener una visión de largo plazo, sin depender de decisiones cortoplacistas o presiones externas.
- Construir relaciones de confianza con sus clientes y grupos de interés.
- Sistematizar la identificación de impactos, riesgos y oportunidades para mantenerse competitivas en un mundo cambiante.
- Gestionar eficientemente los recursos y minimizar su impacto ambiental.
Ya que ahora hay una pausa en el reloj de la presión regulatoria en la UE, las empresas deberían adoptar un enfoque voluntario y proactivo hacia la sostenibilidad. Esto implica, en la medida de los posible, paso a paso:
- Integrar la sostenibilidad en la estrategia empresarial: Haciendo de criterios ASG un componente central de la misión corporativa trabajando con lineamientos internacionales que den fiabilidad y soporte.
- Medir y rendir cuentas: Desarrollando informes ASG (Ambientales, Sociales y de Gobernanza) que reflejen el desempeño y los avances en sostenibilidad.
- Fomentar una cultura de mejora continua: Identificando los procesos a mejorar, capacitando a sus colaboradores y cadena de suministro y promoviendo la innovación en prácticas sostenibles.
¿Sostenibilidad por convicción o por obligación?
Entonces. ¿realmente necesitamos que alguien nos diga que debemos apostar por el desarrollo sostenible y asumir nuestras acciones con un compromiso serio y medible en el tiempo? ¿O acaso es evidente que esta es la única salida viable?
¿Dependemos exclusivamente de una regulación o de una postura política para actuar, o es momento de reconocer que la sostenibilidad no es una opción, sino una necesidad estratégica?
Conclusión: el camino del medio, la única estrategia viable
Las grandes ambiciones pueden ser inalcanzables, y el rechazo absoluto es improductivo. La clave está en el camino del medio: avanzar con paso firme, sin prisa pero sin pausa, sin ambiciones poco realistas ni retrocesos innecesarios.
El desarrollo sostenible no es un lujo ni una carga, sino una oportunidad para fortalecer negocios y sociedades. Las empresas que entienden esto ya han elegido su camino: el del progreso constante, la mejora continua y la competitividad sostenible.
El verdadero riesgo no está en el rigor regulatorio ni en la ‘sobrecarga’ de expectativas sobre el sector privado, sino en el peligro de retroceder en derechos fundamentales que han costado sangre, resistencia y generaciones enteras de lucha.
No se trata de quién dicta las reglas del juego, sino de entender que el desarrollo sostenible es el único camino inteligente para mitigar riesgos, garantizar estabilidad y abrir nuevas oportunidades. Porque al final, la verdadera pregunta no es si debemos hacerlo, sino cuánto tiempo más vamos a esperar para actuar.