Jane Goodall, fallecida esta semana a los 91 años, será recordada por haber transformado la ciencia del comportamiento animal y por su lucha incansable en favor de la conservación. Pero su legado va más allá de la biología y la ética ambiental: deja un conjunto de principios que hoy resultan indispensables para las empresas que buscan integrar la sostenibilidad en su estrategia de negocios.

Foto: Jane Goodall (Créditos: Vincent Calmel / Jane Goodall Institute).
Biodiversidad como parte de la agenda empresarial
Durante años, Goodall alertó que la pérdida de biodiversidad amenaza directamente a sectores productivos y cadenas de suministro. En encuentros con líderes corporativos —como el organizado en Hong Kong por Zurich Insurance en 2024— insistió en que la biodiversidad debe medirse y gestionarse con la misma seriedad que otros indicadores financieros.
Para el sector privado ello se traduce en revisar el impacto de sus operaciones sobre los ecosistemas, incluir métricas ambientales en sus reportes ESG y, cuando sea posible, contribuir a la restauración de hábitats.
“Cada individuo importa. Cada individuo tiene un papel que desempeñar. Cada individuo marca la diferencia”, expresó.
Liderazgo ético y visión a largo plazo
Goodall solía advertir que la “codicia” es una de las principales barreras para enfrentar la crisis ambiental. En entrevistas con medios internacionales como DW y CBS News, subrayó la necesidad de líderes capaces de pensar más allá de los resultados trimestrales.
Para las compañías su pensamiento siempre fue una invitación a adoptar una visión estratégica de largo plazo que integre factores ambientales y sociales, fortaleciendo la resiliencia frente a riesgos regulatorios, reputacionales y climáticos.
“Lo que haces hace una diferencia, y debes decidir qué tipo de diferencia quieres hacer”, señaló.
Innovación y cadenas de valor responsables
Su alianza con la joyería Brilliant Earth —que promueve el uso de oro reciclado y diamantes de laboratorio producidos con captura de carbono— ejemplifica cómo conectar innovación y sostenibilidad. No se trata solo de reputación: la trazabilidad y la transparencia ya son exigidas por consumidores, inversores y reguladores.
Para las compañías ello significa verificar el origen de materias primas, invertir en innovación con baja huella ambiental y garantizar reportes claros y auditables sobre la cadena de valor.
“No puedes pasar un solo día sin tener un impacto en el mundo que te rodea”, advirtió.
Integración de comunidades locales
El Jane Goodall Institute desarrolló programas que ofrecen medios de vida sostenibles —apicultura, agricultura regenerativa, microcréditos— para comunidades cercanas a hábitats naturales. La lógica es que sin alternativas económicas, la conservación es inviable.
Desde su mirada, las empresas deben entender la importancia de vincular sus operaciones con beneficios tangibles para las comunidades donde operan, no solo como inversión social, sino como una estrategia para asegurar estabilidad y licencia social para operar.
“Debemos ayudarnos unos a otros para sobrevivir, no destruirnos unos a otros”, advirtió.
Colaboración y acción multisectorial
Goodall también promovía la cooperación entre gobiernos, empresas, ONG y comunidades científicas. Frente a retos globales como el cambio climático o la deforestación, subrayaba que ningún actor puede resolverlos de manera aislada.
Es por eso que invitaba a generar alianzas estratégicas que potencien la escala de sus iniciativas de sostenibilidad y reduzcan riesgos compartidos.
“Lo que hagamos por los animales y el planeta, lo hacemos por nosotros mismos”, expresó.
Una agenda ineludible para el mundo corporativo
Para Goodall ya no es posible tratar la sostenibilidad como una opción o un complemento estratégico: la urgencia es real, y el modelo de negocios debe revisarse desde sus cimientos. Lo advirtió con contundencia: “Si seguimos con el negocio como de costumbre, vamos a destruirnos a nosotros mismos”. Según ella, empresas, comunidades y naturaleza no son esferas separadas, sino partes de un mismo sistema interdependiente.
Entre los argumentos de su visión se destacan:
- Economías dependientes de ecosistemas sanos. Goodall afirmaba: “Tenemos que darnos cuenta de que somos parte del medio ambiente, de que necesitamos del mundo natural”. Este enfoque subraya que, para las empresas, el bienestar ambiental no es un costo adicional, sino un activo estratégico: sin agua limpia, biodiversidad ni suelos fértiles, no hay cadenas de suministro confiables ni mercados estables.
- Redefinir el éxito más allá del crecimiento económico. Criticaba que las economías modernas midan su progreso con indicadores que ignoran los límites ecológicos: “Estamos usando los recursos naturales más rápido de lo que la naturaleza puede reponerlos en muchos lugares”. Para el mundo corporativo, esto se traduce en riesgos regulatorios, reputacionales y operativos que ponen en juego la continuidad misma de los negocios.
- La presión ética de los consumidores y de las nuevas generaciones. Goodall advertía: “La presión de los consumidores —la gente está empezando a entender y a ser más consciente. Empiezan a hacerse preguntas como: ¿por qué este producto es tan barato? ¿Es porque hubo salarios injustos? ¿Su fabricación dañó el medio ambiente?”. El mensaje es que la transparencia ya no es opcional, y los consumidores —especialmente los jóvenes— demandan cadenas de valor responsables.
- El imperativo de mantener la esperanza y actuar. Para Goodall, la sostenibilidad requiere también un cambio cultural profundo: “Necesitamos una manera diferente de pensar sobre lo que es el éxito. ¿Se trata solo de tener más y más dinero … de presumir? Si vivimos con lo que necesitamos, si respetamos la naturaleza y estamos contentos con tener suficiente, este será un mundo muy feliz”. La reflexión interpela a las compañías a redefinir sus objetivos más allá de la rentabilidad financiera inmediata, incorporando bienestar ambiental, equidad social y propósito a largo plazo.