En una entrevista reciente, el presidente de Toyota, Akio Toyoda, sostuvo que un solo vehículo eléctrico a batería (BEV, por sus siglas en inglés) tiene el mismo impacto ambiental que tres autos híbridos. La afirmación —basada en los cálculos internos de la compañía— pone en duda la premisa de que los autos 100% eléctricos sean necesariamente la mejor solución para reducir las emisiones globales del transporte.

Foto: Akio Toyoda, presidente de Toyota (Créditos: Toyota Times).
“Vendimos unos 27 millones de híbridos. Esos híbridos han tenido el mismo impacto que 9 millones de vehículos eléctricos en circulación”, dijo Toyoda en diálogo con Automotive News. Según su análisis, si Japón hubiera producido esos 9 millones de BEVs en lugar de híbridos, “las emisiones de carbono habrían aumentado, no disminuido”, debido a que el país aún depende en gran medida de plantas térmicas para generar electricidad.
El ejecutivo defendió así el enfoque de “múltiples caminos” que viene impulsando Toyota para alcanzar la neutralidad de carbono. Esta estrategia incluye una combinación de tecnologías: motores de combustión más eficientes, vehículos híbridos, opciones a hidrógeno y, también, autos eléctricos. En su visión, limitarse a una única vía puede resultar contraproducente.
“La lucha no es contra una tecnología, es contra el carbono”, resumió Toyoda. Para el presidente de la automotriz japonesa, lo importante es actuar ahora con las herramientas disponibles y no esperar soluciones perfectas que podrían tardar en llegar.
Las declaraciones de Toyoda se producen en un contexto de creciente presión sobre la industria automotriz para electrificarse por completo, impulsada por regulaciones en mercados como Europa, China y Estados Unidos. Sin embargo, Toyota —que lideró la revolución híbrida con el Prius a fines de los 90— ha sido más cauta a la hora de abandonar tecnologías intermedias.
Con esta intervención, el presidente de Toyota deja en claro que su postura es que el camino hacia la neutralidad climática no será lineal ni uniforme, y dependerá tanto del desarrollo tecnológico como del contexto energético de cada país. En lugar de apostar todo a una sola solución, propone diversificar y actuar con pragmatismo, priorizando la reducción efectiva de emisiones por sobre la adopción simbólica de nuevas tecnologías.