En un artículo reciente, el empresario y ex CEO de Unilever, Paul Polman, lanza una crítica directa al mundo corporativo: muchos líderes empresariales han perdido el valor de contar la historia real del progreso. A pesar de los avances en sostenibilidad, diversidad y transformación económica, el discurso público ha sido dominado por el miedo, la polarización y la desinformación. Polman advierte que el silencio de los ejecutivos frente a esta narrativa negativa no es una postura neutral, sino una forma de complicidad que pone en riesgo no solo la reputación de las empresas, sino también el futuro del planeta y de la democracia.

Foto: Paul Polman.
Polman parte de una premisa: más allá del ruido mediático y las crisis políticas, los fundamentos del progreso siguen firmes. La transición hacia economías sostenibles, la adopción de tecnologías limpias y la revalorización del talento diverso están en marcha. Sin embargo, la historia que domina el espacio público sugiere lo contrario: que el crecimiento económico y el desarrollo sostenible son incompatibles, que las políticas ESG están obsoletas y que la inclusión es un concepto radical. “Nada más lejos de la verdad”, escribe el autor.
Una de las ideas centrales del artículo es la transformación del llamado greenwashing en greenhushing: de exagerar los esfuerzos sostenibles para ganar reputación, las empresas han pasado a ocultarlos por miedo a represalias políticas. Lo mismo ocurre con las políticas de diversidad e inclusión (DEI). Aunque muchos líderes comprenden su valor estratégico, han optado por replegarse en lugar de defender sus principios públicamente.
Polman no niega que muchas iniciativas ESG y DEI han sido superficiales o poco efectivas. Pero ve este momento como una oportunidad para reiniciar el rumbo con mayor claridad, enfoque y resultados tangibles. Las empresas que entienden que el riesgo climático es un riesgo financiero, y que la diversidad impulsa el rendimiento, están dejando atrás los gestos simbólicos y apostando por acciones concretas.
El cambio, asegura Polman, ya está ocurriendo. En sectores como la energía, la movilidad o los sistemas alimentarios, los nuevos modelos no solo son más éticos, sino también más económicos. “La economía finalmente está alcanzando a la ética”, afirma. Sin embargo, la narrativa pública sigue rezagada. Y eso es peligroso: los mercados responden a señales, pero las personas responden a historias.
Por eso, llama a los líderes a no esconderse detrás de etiquetas desacreditadas. Si ‘ESG’ o ‘DEI’ generan controversia, propone cambiarles el nombre, pero no abandonar su esencia. “El peor mensaje que un líder puede enviar es el silencio”, advierte Polman. “No basta con actuar en silencio tras bambalinas. El silencio no es neutralidad. Es complicidad”.
El texto concluye con una invitación a elegir el relato que queremos habitar. No uno de decadencia y enfrentamiento, sino uno de adaptación, cooperación y transición acelerada. Porque si la transformación es inevitable, lo que determinará su velocidad —y su éxito— será la historia que nos animemos a contar.