En la apertura de la COP30, celebrada por primera vez en el corazón de la Amazonia, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva lanzó un llamado enérgico contra la desinformación climática y presentó una hoja de ruta política centrada en resultados concretos. Su discurso combinó elogios a la anfitriona —la ciudad de Belém y la población del estado de Pará— con reproches a quienes niegan la ciencia y con propuestas institucionales para acelerar la acción climática.

Foto: El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva pronunciando su discurso en la apertura de la COP30(Créditos: Ricardo Stuckert / PR).
Lula definió a la COP30 como “la COP de la verdad”: un foro para contrarrestar a los “oscurantistas” que, dijo, no sólo rechazan la evidencia científica sino que también socavan el multilateralismo, “controlan algoritmos, siembran el odio y propagan miedo”. Frente a ese panorama, reclamó derrotar políticamente a la negación y recuperar la ambición y la velocidad necesarias para cumplir el objetivo del Acuerdo de París.
Tres ejes, una prioridad: pasar de promesas a acciones
El presidente resumió su llamado en tres ejes que, según él, deben orientar las negociaciones:
- Cumplimiento de compromisos: instó a los países a presentar y ejecutar Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional ambiciosas, garantizar financiamiento y acelerar la transferencia de tecnología y capacitación a los países en desarrollo. Recordó que las consecuencias del calentamiento ya son actuales —citó el huracán Melissa en el Caribe y un tornado en Paraná— y que no hay tiempo para dilaciones.
- Aceleración de la acción y gobernanza global: pidió hojas de ruta para una salida justa de los combustibles fósiles, la detención y reversión de la deforestación y la movilización de recursos. Propuso la creación de un Consejo del Clima vinculado a la Asamblea General de la ONU como herramienta para dotar a la crisis climática de mayor coordinación y peso político.
- Personas en el centro de las decisiones: reivindicó políticas que reconozcan el impacto desigual del cambio climático —sobre mujeres, comunidades afrodescendientes, migrantes y poblaciones vulnerables— y destacó la importancia de los pueblos indígenas y comunidades tradicionales como actores centrales en mitigación y adaptación. Defendió además la necesidad de una transición justa que reduzca las asimetrías entre Norte y Sur.
Una COP en la Amazonia: símbolo y apuesta política
Traer la conferencia a Belém fue, según Lula, una decisión política y simbólica para mostrar que la Amazonia no es un concepto abstracto sino vida, cultura y economía: el bioma alberga cerca de 50 millones de personas y unas 400 comunidades indígenas. La elección de sede busca además dejar un legado tangible —infraestructura e inversiones para la población local— y acercar al mundo a la realidad amazónica.
En la cumbre preparatoria, Brasil lanzó el Fondo para los Bosques Tropicales para Siempre, que en anuncios iniciales sumó compromisos de inversión por USD 5,5 mil millones, y se promovieron acuerdos sobre gestión del fuego, reconocimiento de tierras indígenas, aumento de combustibles sostenibles y una coalición de mercados de carbono.
El argumento económico y moral
Lula contrapuso el coste de actuar frente al costo de la guerra y la inacción: afirmó que dedicar USD 1,3 billones para enfrentar el problema climático es más razonable que los USD 2,007 billones que, dijo, se destinaron a fines bélicos el año anterior. Para él, la emergencia climática es, antes que nada, una crisis de desigualdad que profundiza quiénes sufren y quiénes resisten.
Mensaje final: urgencia con esperanza
El mandatario cerró con un doble mensaje: la necesidad de urgencia —“estamos yendo en la dirección correcta, pero a la velocidad equivocada”— y un llamado a la esperanza y a la responsabilidad intergeneracional. Citó al chamán yanomami Davi Kopenawa para invocar la serenidad del bosque como fuente de claridad y concluyó apelando a la juventud y a la comunidad internacional para transformar compromisos en acciones concretas.
La apertura de la COP30, por tanto, puso en escena un discurso mixto: orgullo local y diplomático por celebrar la cumbre en la Amazonia, condena explícita a la desinformación climática y un paquete de propuestas institucionales y políticas que buscan acelerar la implementación —y el financiamiento— de la acción climática con justicia social como eje central.


