Así lo afirma Carolina Biquard, directora ejecutiva de Fundación Compromiso. El balance de los primeros 30 años de la institución, por qué considera que hay que pensar de manera colectiva cómo potenciar el impacto de las organizaciones, qué destaca de la participación de Gayle Peterson en “La Jornada”, y cómo se puede construir un sector social más efectivo y alineado con las necesidades de la sociedad, fueron algunos de los temas abordados en la entrevista.
Foto: Carolina Biquard, directora ejecutiva de Fundación Compromiso.
¿Qué balance hace de los primeros 30 años de Fundación Compromiso?
Pienso que hace 30 años casi no había noción del rol de las ONGs, ni de una sociedad civil que tuviese instituciones tan importantes como organizaciones que ayudan mucho a construir la comunidad. Así que, me parece que sobre todo los primeros 10 o 15 años fueron de mucho impacto, para ayudar en un país que recién había recuperado la democracia.
Pensemos que Compromiso nace en el 1994, y en 1983 Argentina recuperó la democracia. Antes de eso fue un periodo muy distinto del país. Y esos años fueron muy interesantes, porque de repente habían muchas organizaciones que asomaban y había también como una gran esperanza en ayudar a construir una sociedad mejor desde las organizaciones, y aprendiendo también a articular con el Estado y con las empresas.
También tuvimos la gran crisis del 2001, donde el rol de las organizaciones fue muy importante, sumado a lo necesario que era en ese entonces el rol del Estado, o el papel que jugó la iglesia a través de Cáritas, por ejemplo. Esa etapa fue un quiebre importante, pensando desde Compromiso y desde la sociedad civil en general. Después vinieron años difíciles. Años donde hubo muchos más recursos desde el Estado, pero hubo también mucha dificultad para que todas las organizaciones pudiesen funcionar.
Y si uno hace un balance hoy, se encuentra con una sociedad civil que conceptualmente está como mucho más presente de lo que estaba hace 30 años, que sí ha jugado un rol muy importante en temas de incidencia en política pública. Por ejemplo, es difícil pensar alguna ley que no haya sido o promovida por un grupo de personas organizadas a través de una institución, de una asociación civil, o de una fundación. Pero también hay una sociedad civil muy debilitada en un contexto con una vida económica, social y política muy difícil.
Otro punto importante es que hoy estamos muy atravesados por la tecnología. En ese sentido, uno de nuestros programas fundamentales es Potrero digital, que es una red de escuelas de oficios digitales para los que no lo pueden pagar. Porque las habilidades digitales son claves hoy, tanto como leer y escribir. Y además en este caso esto se encuentra atravesado por el eje de la empleabilidad, de la inserción productiva.
En síntesis, creo que estamos ante un desafío muy importante en esta nueva etapa, donde se están cerrando varias instituciones, y donde desde el Estado hay otra mirada muy distinta, y donde creo que la sociedad civil va a jugar un rol muy importante.
En “La Jornada” se propusieron pensar de manera colectiva cómo potenciar el impacto de las organizaciones ¿Por qué lo entienden de esa manera?
Porque el impacto en el fondo es el límite inferior de las organizaciones, es el “bottom line”. Y todas nuestras organizaciones existen para transformarle la vida a alguien. O sea, el concepto de transformación social es inherente a una ONG. Porque una ONG nace porque hay un problema, una oportunidad, una necesidad social, que lo quiere de alguna manera abordar o dar una respuesta.
Es un grupo de personas que ante un problema se juntan y ven cómo lo pueden resolver, qué solución pueden generar. Y así como el producto de una empresa es un cliente satisfecho, en el sector social es un ser humano transformado, como puede ser un ex convicto que encuentra una manera de recuperarse, un alumno que aprende, un joven que se desarrolla, un enfermo que se cura.
Hoy en día el concepto general que lo define se llama impacto social. Antes, cuando nació Compromiso no se hablaba de impacto, se hablaba de resultados. Por ejemplo, hablábamos de cuál es tu misión como organización, cuál es tu usuario, qué valora, cuáles son tus resultados, y cuál es tu plan. De eso se hablaba.
Aproximadamente desde el año 2012 hay como una revolución silenciosa alrededor del concepto de impacto, se encontró la manera de definirlo de forma distinta de las famosas métricas de impacto, que no es propiedad exclusiva del sector sin fines de lucro. Pero algo importante es que el medirlo permitió monetizarlo.
Siempre cuento el caso de cómo nació el primer experimento. Fue en una cárcel de Inglaterra donde le dijeron al ministro de justicia que les diesen el establecimiento por varios años con el compromiso de lograr bajar tasa de reincidencia del 63% al 43%. La ONG juntaba el dinero para hacerlo y si lograban el objetivo el Estado se comprometía a devolverlo a los inversores, de los cuales la mayoría eran fundaciones, y darle además hasta un 13% de interés por toda la plata que el Estado se ahorró de todos los que no entraron de vuelta a la cárcel. Lo interesante de esto es que se pudo medir lo que el Estado se ahorró. Esto es algo complejo pero la tecnología ayuda mucho, ya que te permite medir lo que sale resolver un problema. Hoy en día esa información te la piden las fundaciones internacionales, los organismos multilaterales, las empresas.
Y la Jornada ayudó a reflexionar sobre cómo hacer, cómo desempeñarnos mejor, qué necesitamos para sobrevivir, para multiplicarnos, para escalar, para impactar. Por eso trajimos ese tema a la Jornada.
Tengamos en cuenta que una discusión que se avecina en los próximos años en la Argentina es cómo nos vamos a reacomodar las distintas instituciones, incluida la sociedad civil, en un contexto donde no va a haber fondos para muchos. Por eso es clave el concepto de impacto, porque las que sepan cómo trabajar orientados a resultados, orientados al impacto, son las que más van a sobrevivir. Porque son las más necesarias. Y para mostrar eso va a ser clave el tema del análisis de los datos. Tengamos presente que la mayoría de las organizaciones sociales no tienen un analista de datos adentro, o que incluso no tienen ni la disciplina de ordenar cada dato.
En “La Jornada” se destacó la participación de Gayle Peterson ¿Qué es lo que más la impactó de su disertación?
Hace mucho que la conozco a Gayle. Participé de dos cursos de ella, uno como alumna y otro como profesora invitada. Son programas ejecutivos sobre inversiones de impacto, que realiza hace más de 12 años y por los cuales pasaron más de 900 personas de 66 países. Son cursos exclusivos para quienes toman decisiones, sobre todo en el manejo de los fondos para este tipo de instituciones.
De todo lo que habló Gayle a mí me pareció muy interesante lo que explicó de la importancia del liderazgo en el tema del impacto, el cómo se llega a esta manera de trabajar desde una comunidad. Porque cuando uno se refiere a una comunidad, es porque hay una cantidad de consensos entre las personas que hacen posible este sistema, que funcione. Esa es una de las cosas que más me llegó, que más me quedó. Entender qué importante es eso de trabajar juntos, de trabajar alineados, y de tener ese concepto de bien común entre los que trabajamos en las organizaciones, ya sea en el Estado, en las empresas, o en el sector social. También me impactó su mirada tan global y con tantos casos internacionales con los que ella trabajó.
Y otro punto que también me pareció muy importante fue el aporte de María Laura Tinelli, que fue como la experta local de La Jornada, aunque también trabaja mucho afuera. Y ese diálogo entre ellas, sumado a las preguntas del público, me pareció muy rico frente a los grandes desafíos que tenemos en Argentina.
A futuro ¿Cómo se puede construir un sector social más efectivo y alineado con las necesidades de la sociedad?
Mi mirada es siempre desde la gestión. Desde el trabajo que hace la organización, que es tener en claro cuál es la misión, qué pretende, por qué y para qué hace lo que hace, para quién lo hace. Y ahora también es cómo lo mide, cómo define lo que hace.
Y otro enorme desafío en estos momentos tan difíciles va a ser trabajar juntos, trabajar en red. Eso va a ser fundamental. Por la complejidad de los problemas que hay que resolver. Por ejemplo, para que un chico se pueda educar tiene que estar bien alimentado, y esa es una actividad distinta a formarlo. Entonces se va a tener que trabajar con el tema de la nutrición del chico, con el tema de que pueda prestar atención, de que pueda tener las distintas maneras de poder formarse. Hay muchos factores que entran en juego para poder resolver los problemas sociales.
Por eso, trabajar entre varios va a ser fundamental. Y también por los temas de fondos, de recursos. Hoy, por como está el país y hasta que se modifiquen las cosas y aparezcan oportunidades de inversión, lo más importante va a ser trabajar entre varios con los pocos recursos que hoy están en la Argentina. Y sin perder de vista que lo más importante es mostrar que uno está resolviendo problemas. Ese va a ser un punto clave.
Y el otro gran desafío, la otra gran oportunidad, es la incorporación de la tecnología. Porque la tecnología te permite escalar mucho. Te permite a través de la información, de la conexión, y de los servicios, llegar a mucha más gente y de una manera más efectiva.
Yo creo que esos son los desafíos. Sumado a un diálogo y a un trabajo en conjunto y articulado con el sector privado y con el sector público.