La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha presentado una nueva guía destinada a abordar la contaminación ambiental generada por la fabricación de antibióticos, un factor clave en la lucha contra la resistencia a los antimicrobianos (RAM). Este documento, el primero de su tipo, proporciona directrices concretas para mitigar un problema que ha recibido escasa atención en las políticas de salud pública, a pesar de su impacto potencial en la eficacia de los tratamientos médicos a nivel global.

La resistencia a los antimicrobianos, que se produce cuando bacterias, virus y hongos se vuelven resistentes a los medicamentos, ha sido históricamente vinculada al uso indebido y excesivo de antibióticos. Sin embargo, la OMS subraya ahora la importancia de abordar la contaminación ambiental causada por la fabricación de estos medicamentos como un aspecto crucial en la propagación de la resistencia.
Según la Dra. Yukiko Nakatani, Subdirectora General interina de la OMS para la RAM, “el control de la contaminación derivada de la producción de antibióticos es esencial para mantener la eficacia de estos medicamentos y proteger la salud pública“. La guía establece recomendaciones para gestionar los residuos sólidos y las aguas residuales generados en los procesos de fabricación, un área que, hasta ahora, ha estado poco regulada en la mayoría de los países.
El documento también se enfoca en la necesidad de una mayor transparencia en la industria farmacéutica. La Dra. Maria Neira, Directora del Departamento de Medio Ambiente, Cambio Climático y Salud de la OMS, señala que “las orientaciones proporcionan una base científica independiente para que los reguladores y la industria implementen controles más estrictos sobre las emisiones de residuos farmacéuticos”. Este enfoque también permite que los compradores, inversores y el público en general puedan tomar decisiones más informadas sobre la gestión de la contaminación por parte de los fabricantes.
Diversas organizaciones internacionales, entre ellas el Consejo Ejecutivo de la OMS y los ministros de salud del G7, han solicitado la implementación de estas nuevas directrices. Jacqueline Álvarez, Jefa de la División de Industria y Economía del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), subraya que “el papel del entorno en la propagación de la resistencia a los antimicrobianos ha sido subestimado durante demasiado tiempo. Ahora, la acción ambiental es reconocida como una parte fundamental de la solución”.
La guía aborda todas las etapas de la producción de antibióticos, desde la fabricación de principios activos hasta el envasado de los productos terminados, y propone metas tanto para la protección de la salud humana como de los ecosistemas acuáticos. Asimismo, la OMS ha trabajado en estrecha colaboración con expertos internacionales y la industria farmacéutica para garantizar que las recomendaciones sean viables y aplicables en diferentes contextos, desde grandes fábricas hasta instalaciones más pequeñas.
Aunque algunas iniciativas voluntarias lideradas por la industria ya han comenzado a abordar la contaminación, la nueva guía de la OMS busca estandarizar y ampliar estas prácticas. El objetivo es que, a medida que se implementen estas medidas, se reduzca el riesgo de que los residuos de antibióticos contribuyan a la aparición de bacterias resistentes en el medio ambiente.
La resistencia a los antimicrobianos es un desafío global que, si no se controla, podría tener consecuencias graves para la salud pública. Según proyecciones de la OMS, la RAM podría causar hasta 10 millones de muertes anuales para 2050. Sin embargo, con la implementación de estas nuevas directrices, se espera que la industria farmacéutica juegue un papel crucial en la reducción de este riesgo, asegurando que los antibióticos sigan siendo una herramienta eficaz en la lucha contra las infecciones.
La OMS considera que esta guía es un paso importante hacia un enfoque más integral para combatir la resistencia a los antimicrobianos, incorporando tanto la regulación del uso de los antibióticos como el control de su impacto ambiental. Ahora, la atención se centra en la colaboración entre gobiernos, reguladores y la industria para hacer realidad estas recomendaciones y proteger la salud de las generaciones futuras.