En un momento de tensiones geopolíticas, polarización social y retroceso regulatorio, la sostenibilidad corporativa atraviesa una crisis de identidad. Así lo afirman Georg Kell, Martin Reeves y Helena Fox en un artículo publicado en Harvard Business Review, donde advierten que el impulso logrado por las empresas en las últimas décadas se encuentra hoy en jaque. Sin embargo, los autores no plantean un panorama completamente pesimista: destacan que, a pesar del contexto adverso, existen fuerzas estructurales —como el progreso tecnológico, la presión climática y la evolución de los modelos de negocio— que auguran un renovado compromiso empresarial con el medio ambiente en el futuro cercano.

Foto: Georg Kell, director ejecutivo fundador del Pacto Global de las Naciones Unidas.
El artículo parte de una constatación: muchos gobiernos, como el de Estados Unidos, están desmontando sus compromisos ambientales, mientras que en Europa se ha intensificado la resistencia empresarial ante nuevas exigencias de reporte. Frente a esto, numerosas compañías están retrocediendo en sus iniciativas sostenibles, ajustándose a una coyuntura política marcada por el populismo y la polarización. Esta situación lleva a los autores a preguntarse si el movimiento por la sostenibilidad empresarial ha dejado de ser viable en su forma actual.
Pese al retroceso, Kell, Reeves y Fox sostienen que tres grandes factores operarán a largo plazo como contrapesos que reactivarán la agenda ambiental: el auge de las energías renovables, la urgencia derivada de los límites planetarios ya superados, y la creciente rentabilidad de los modelos de negocio sostenibles. Citan el caso de China, que en apenas cinco años fue responsable del 40% de la expansión global en energías limpias, y recuerdan que estas inversiones han creado una infraestructura que dificulta revertir los avances logrados.
Además, advierten que los impactos del cambio climático —como incendios, inundaciones o el aumento del precio de alimentos— no solo moldearán la política pública, sino que movilizarán la opinión ciudadana, empujando a los gobiernos y a las empresas a actuar. En este contexto, las compañías que integren sostenibilidad con innovación podrán convertir una obligación en una ventaja competitiva. Ejemplos como Maersk o Interface, que han adaptado sus operaciones y productos para reducir su huella ambiental, demuestran que un enfoque sostenible puede ser rentable y diferenciador.
Ante la confusión de este “período intermedio”, los autores llaman a las empresas a adoptar una mentalidad pragmática, basada en valores y orientada al largo plazo. En lugar de abandonar la sostenibilidad o defenderla de manera idealista, proponen actuar con realismo estratégico: anticipar regulaciones, reforzar la resiliencia, aprovechar el momento para innovar mientras otros titubean, y construir confianza desde lo local. Según los autores, esta es la manera más inteligente de prepararse para el inevitable retorno de la sostenibilidad como prioridad global.
En definitiva, la tesis central del artículo plantea que aunque hoy se viva un repliegue, la sostenibilidad volverá a ser un eje central de la estrategia empresarial. La pregunta no es si ese momento llegará, sino si las organizaciones estarán listas cuando lo haga.