En el siguiente artículo de opinión, Constanza Pantaleón, gerenta general de Acción Empresas, plantea que la sostenibilidad dejó de ser una tendencia para convertirse en el camino más seguro hacia la competitividad y el crecimiento. Basándose en datos recientes del Morgan Stanley Institute for Sustainable Investing, destaca que los fondos sostenibles alcanzaron un récord de 3,9 billones de dólares y superaron en rentabilidad a los tradicionales, lo que confirma que invertir con propósito también genera retorno económico. Pantaleón sostiene que las empresas que integran criterios ESG no solo gestionan mejor el riesgo, sino que atraen capital, talento y confianza, mientras que aquellas que no lo hacen corren el riesgo de quedar rezagadas en los mercados más dinámicos.

Foto: Constanza Pantaleón, gerenta general de Acción Empresas.
Los datos más recientes confirman que la sostenibilidad dejó de ser una tendencia para consolidarse como la ruta del éxito. Según el Morgan Stanley Institute for Sustainable Investing, los fondos sostenibles alcanzaron un máximo histórico de 3,9 billones de dólares en activos administrados y superaron ampliamente a los tradicionales en el primer semestre de 2025, registrando su mejor desempeño desde 2019. Invertir con propósito ya no significa sacrificar rentabilidad: los fondos sostenibles crecieron un 12,5%, frente al 9,2% de los convencionales. La señal es clara: los criterios ambientales, sociales y de gobernanza ya no son una opción reputacional, sino una ventaja competitiva medible en resiliencia, rendimiento y gestión del riesgo.
En un mundo tensionado por el cambio climático, las desigualdades sociales y la desconfianza institucional, la sostenibilidad emerge como el nuevo lenguaje de los negocios. Las empresas que integran criterios ESG atraen capital, talento y confianza, mientras que las que no lo hacen se quedan fuera de los mercados más dinámicos y exigentes. Inversionistas, consumidores y trabajadores están redefiniendo el valor empresarial. Hoy no basta con producir más al menor costo, sino con generar prosperidad respetando los límites ambientales, sociales y de gobernanza.
Chile ha avanzado en regulación climática, biodiversidad y transparencia, pero aún falta dar un paso decisivo: incorporar la sostenibilidad en el corazón de la estrategia empresarial, no como un relato, sino como un modelo de gestión. No se trata de filantropía, sino de competitividad. La evidencia es elocuente: según la Wharton School of Business, las compañías con mejor desempeño ambiental y social logran hasta un 9% más de ventas y casi el doble de rentabilidad operacional. Los directorios y gerencias que entienden esto no solo reducen riesgos futuros —como los asociados a la Ley de Gobierno Corporativo o la nueva Ley de Delitos Económicos—, sino que abren acceso a financiamiento verde, mercados internacionales y trabajadores que buscan propósito además de empleo.
Adaptarse a este nuevo contexto exige innovación. En un entorno incierto, marcado por la inteligencia artificial, las disrupciones tecnológicas y la transición energética, sobrevivir no depende de resistir a los cambios, sino de anticiparlos. Innovar no siempre significa crear algo nuevo, sino repensar procesos, rediseñar cadenas de suministro, reducir impactos y encontrar soluciones donde antes solo había costos. Esa mentalidad ya está transformando sectores productivos, impulsando programas de biodiversidad, eficiencia energética y economía circular que demuestran que la sostenibilidad puede ser fuente de creatividad y liderazgo.
Pero ninguna empresa puede hacerlo sola. La magnitud de los desafíos ambientales, sociales y de gobernanza exige colaboración entre sectores y liderazgos capaces de escuchar, inspirar y construir colectivamente. El futuro pertenece a quienes entienden que colaborar no es ceder poder, sino multiplicar impacto. La transformación empresarial no se logra desde la competencia, sino desde la confianza, la articulación público-privada y la acción conjunta.
En este nuevo mundo, hay tres reglas que orientan la acción: la competitividad se construye desde la sostenibilidad, la adaptación requiere innovación y la transformación solo ocurre con colaboración y liderazgo. Esa es la hoja de ruta para asegurar el futuro de los negocios, del planeta y de la sociedad.


