Por Mercedes Occhi, Co-founder y Directora de Punto ESG. Abogada, Maestría en Derecho Empresarial.

Foto: Mercedes Occhi, Co-founder y Directora de Punto ESG.
Volver al porqué de lo que hacemos ya no es opcional, sino urgente. Aunque el reloj regulatorio se detenga, el contexto NO espera. En un mundo con preocupantes tensiones geopolíticas, el avance de discursos políticos críticos hacia la agenda ESG y una demanda creciente de simplificación regulatoria en la UE, es necesario replantearnos volver a las bases, hacernos preguntas difíciles sobre nuestro futuro y entender que la sostenibilidad no es una moda ni un lujo. Es, ante todo, una respuesta seria, estratégica y responsable frente a los riesgos y desafíos de un entorno cambiante, complejo y frágil.
Una nueva brújula para la sostenibilidad europea: contexto político y regulatorio
A inicios de 2025, la Comisión Europea presentó la Brújula de la Competitividad, una hoja de ruta estratégica basada en los informes Draghi y Letta, que redefine la agenda económica de la UE. Este marco establece tres pilares (innovación, descarbonización y seguridad) y cinco facilitadores clave, entre ellos la simplificación regulatoria. En este nuevo enfoque, la sostenibilidad se mantiene en el centro, aunque con un tono bastante más pragmático y proporcionado.
En paralelo, se avanzó en la revisión del marco normativo vigente: La Directiva de Reporte de Sostenibilidad Corporativa (CSRD) y la Directiva sobre Diligencia Debida en Sostenibilidad Corporativa (CSDDD), ambas del 2022, son los dos pilares normativos clave. Ambas apuntan a reforzar la consistencia y la trazabilidad de la información, la transparencia y la gestión de impactos riesgos y oportunidades en las empresas y en las cadenas de valor.
Esta revisión normativa, se presentó en febrero de 2025, cuando la Comisión dió a conocer el Paquete Omnibus I y II, que propone flexibilizar y simplifica, entre variedad de regulaciones, las exigencias de reporte de sostenibilidad. El 26 de marzo, el Consejo de la UE aprobó la prórroga de aplicación de ambas directivas, y el 4 de abril finalmente el Parlamento Europeo ratificó esta decisión, con muchos y no suficientes debates.
Aprobación del “stop-the-clock”: entre el alivio operativo y la controversia regulatoria
Uno de los argumentos centrales que impulsaron esta prórroga regulatoria fue la dificultad real que muchas empresas medianas enfrentan para implementar los nuevos estándares. En varios documentos, se destacaron tensiones entre el avance regulatorio y la capacidad de implementación en este segmento. La complejidad técnica de los estándares, la falta de recursos especializados y la necesidad de invertir en nuevas herramientas de recolección y gestión de datos representan desafíos muy significativos. Muchas medianas empresas aún no cuentan con estructuras internas que les permitan cumplir de forma eficiente con los requerimientos de la CSRD, especialmente en lo relativo a la doble materialidad y la recopilación de datos de alcance ampliado. Esta situación pone en evidencia la necesidad de acompañamiento técnico, recursos y fases de implementación proporcionales a su tamaño y madurez organizacional.
En resumen, esta simplificación regulatoria implica que:
- Las empresas más grandes (más de 5000 personas empleadas y facturación de €1.5 mil millones) aplicarán la CSDDD recién desde 2028.
- Las empresas con más de 250 personas trabajadoras reportarán bajo CSRD desde 2028, y las pymes listadas en bolsa, desde 2029.
- EFRAG tiene plazo hasta octubre de 2025 para proponer la versión simplificada de las ESRS, que podrían aplicarse opcionalmente desde el ejercicio 2026.
Entonces, ¿hacia dónde vamos?: La sostenibilidad como factor de competitividad
Quienes venimos trabajando desde hace años en la gestión de la sostenibilidad corporativa como una práctica voluntaria y estratégica de gestión de riesgos, sabemos que este es un momento clave para dar un paso adelante y fortalecer nuestras capacidades.
Es tiempo de redoblar esfuerzos y consolidar una gestión de sostenibilidad más proactiva y sólida:
- Mejorar la calidad y trazabilidad de los datos.
- Profundizar la medición de impactos ambientales, sociales y de gobernanza.
- Sistematizar indicadores ESG alineados con los estándares internacionales.
- Anticiparse a los marcos regulatorios mediante herramientas internas sólidas.
- Capacitar y alinear equipos, procesos y estrategias desde una perspectiva de sostenibilidad verdaderamente transversal.
Una cuestión de gestión, no de opinión
La realidad es que la sostenibilidad no es una cuestión de opiniones, porque se trata de una realidad objetiva y verificable desde múltiples ángulos: ambiental, social, económico y ético. Lejos de ser un tema sujeto a posicionamientos ideológicos, la sostenibilidad es, ante todo, una cuestión de gestión.
Cuando y como el contexto lo permita —con o sin regulación— las organizaciones deben avanzar. Esta es precisamente la idea del “camino del medio” que planteaba en mi artículo anterior: salir de los extremos, sostener una visión pragmática y enfocarse en lo esencial.
Es volver a las bases, comprendiendo por qué trabajamos en sostenibilidad, reconociendo los avances logrados en los últimos años y redoblando la apuesta por un trabajo serio, técnico y sistematizado.
Volver a las bases es, simplemente, retomar el foco en lo importante: trabajar con seriedad, profesionalismo y perspectiva de largo plazo.
Aunque el reloj regulatorio se detenga, el contexto NO espera
Vivimos en un escenario frágil e impredecible, marcado por el riesgo creciente de nuevos conflictos bélicos, crisis migratorias, retrocesos en derechos humanos y una escasez cada vez más tangible de recursos críticos como el agua, la energía y los servicios esenciales de salud.
Frente a esta realidad, necesitamos hacernos preguntas incómodas pero urgentes: ¿Cómo vamos a plantearnos estos temas con responsabilidad?, ¿Qué es lo que realmente importa?, ¿Cómo identificamos lo que es verdaderamente crítico para la competitividad empresarial?
Seguir avanzando no significa hacer más de lo mismo. Significa tomar decisiones con visión de largo plazo, sin tanto autobombo ni washing de colores, enfocándonos en lo esencial, con seriedad y coherencia.
Porque hoy más que nunca, la sostenibilidad no es una respuesta ideológica: es una respuesta inteligente.