Por Fernando Passarelli – Coordinador Valor AMIA.

Varias organizaciones y especialistas en sostenibilidad están preocupados por el hecho de que muchas empresas y organizaciones están experimentando una notable fatiga en sus esfuerzos por sostener el ritmo de reportar sus impactos con el enfoque económico, ambiental y social.
Algunas iniciativas intentan enfrentar este desafío destacando los estímulos y enfatizando el beneficio de mantener estas prácticas, otras van por “el costo del no cumplimiento…”, llegando algunas a promover la obligatoriedad normativa en mano de Estados, pensando que con ello resolverán el problema.
Pero en la base causal del problema es dónde se debería intervenir si es que se quiere encontrar una verdadera solución al mismo.
Los reportes de sostenibilidad en sus orígenes fueron un recurso esencialmente destinado a la gestión, y como parte de la misma, un elemento consecuente destinado a comunicar los progresos de dicha gestión, era parte de sus procesos.
La exacerbación del rol comunicador de los reportes de sostenibilidad y la pérdida de su rol de gestión, representan una parte esencial del problema.
Por ello, intentar resolverlo sólo reforzando las capacidades de comunicación de una empresa u organización, no resuelve el problema. Se requiere de especialistas que intervengan en la “capacidad de gestión” de estas empresas y organizaciones, y de ese modo, luego comunicar será un resultado consecuente con una gestión más robusta y más comprometida.
En tiempos en los que el greenwashing comienza a ser un fenómeno desafiante para estas empresas y organizaciones, forzar sólo la obligación de comunicar, sólo traerá aparejada la proliferación de una cultura de “lista de cumplimiento”, para satisfacer las obligaciones sin por ello implementar los verdaderos cambios culturales y de gestión que son imperativos para las empresas y organizaciones, y en definitiva, para una sociedad que exige otro nivel de compromisos.