Las estrategias empresariales en sostenibilidad atraviesan una nueva etapa de transformación. De acuerdo con la última actualización del informe trimestral de ERM, cuatro grandes tendencias están redefiniendo la forma en que las compañías abordan sus desafíos: la incorporación de la naturaleza en la agenda financiera, las nuevas tensiones en el entorno laboral, el protagonismo creciente de la sostenibilidad del producto y la expansión —con sus límites— de las energías renovables. En conjunto, estos vectores delinean el mapa de riesgos y oportunidades que dominarán los próximos años.

El estudio “Sustainability Trends Quarterly Outlook – October 2025” advierte que los líderes corporativos enfrentan una presión creciente ante los riesgos climáticos, sociales y regulatorios, mientras deben adaptar sus modelos de negocio a las expectativas de inversionistas, empleados y consumidores. A continuación, las claves que hay que saber de las cuatro tendencias que marcarán el rumbo de la sostenibilidad empresarial.
1) La naturaleza entra en la agenda financiera
La pérdida de biodiversidad y la degradación ambiental han dejado de ser temas marginales para convertirse en factores financieros de primer orden. Las empresas comienzan a evaluar su exposición a estos riesgos, aunque el informe señala que persiste una brecha entre los compromisos públicos y las acciones concretas. Paralelamente, los instrumentos de financiamiento vinculados a la naturaleza están ganando madurez: los inversores integran estos factores en sus estrategias y canalizan capital hacia proyectos con impacto positivo. Este impulso también alimenta el crecimiento de los mercados de créditos de naturaleza, donde las compañías buscan tanto retornos económicos como oportunidades de mitigación ambiental.
2) Nuevas tensiones en el entorno laboral
El impacto del cambio climático sobre el empleo emerge como un nuevo foco de preocupación. Millones de trabajadores se ven expuestos a condiciones más adversas, lo que obliga a las empresas a reforzar sus políticas de salud, seguridad y mitigación de riesgos. En paralelo, la inestabilidad económica lleva a los empleados a priorizar la seguridad laboral, mientras las organizaciones reconfiguran estructuras y funciones. A ello se suma la irrupción de la inteligencia artificial, que está redefiniendo las competencias requeridas y empujando a las compañías —tecnológicas y no tecnológicas por igual— a invertir en programas de capacitación digital para sostener su competitividad.
3) La sostenibilidad del producto gana protagonismo
El diseño responsable y los modelos de producción circular se consolidan como prioridades estratégicas. Aunque las negociaciones internacionales sobre plásticos avanzan lentamente, las presiones regulatorias y sociales no ceden. Las normas de Responsabilidad Extendida del Productor (EPR) obligan a las empresas a repensar materiales, envases y procesos, impulsando innovaciones que reduzcan residuos y favorezcan la reutilización. Las compañías más avanzadas ya están integrando estos criterios en su propuesta de valor, no solo por cumplimiento normativo, sino como fuente de diferenciación competitiva.
4) La expansión de las energías renovables en un punto crítico
La transición energética atraviesa un momento decisivo. El mundo corre el riesgo de no alcanzar el objetivo de triplicar la capacidad de energías renovables hacia 2030, pese al sólido crecimiento de la energía solar y eólica. Los cambios recientes en la política energética de Estados Unidos introducen nuevas incertidumbres, pero la tendencia global sigue siendo que la presión de los objetivos climáticos, junto con el interés creciente de los inversores, continúa impulsando la adopción de fuentes limpias. Para las empresas, este contexto representa tanto una oportunidad de innovación como la necesidad de gestionar un entorno regulatorio y geopolítico en rápida evolución.


