En el siguiente artículo de opinión, Kathy Paredes, Gerente de Desarrollo Institucional de CentraRSE, advierte que la creciente frecuencia e intensidad de los desastres naturales en América Latina exigen un cambio urgente de paradigma en la gestión empresarial: pasar de la respuesta reactiva a la prevención y construcción de resiliencia. Apoyándose en datos del Banco Mundial, Paredes sostiene que cada dólar invertido en resiliencia puede ahorrar entre cuatro y siete en pérdidas, lo que convierte esta estrategia en una decisión no solo ética, sino financieramente inteligente. Además, la autora enfatiza que la preparación ante eventos extremos debe integrarse como un eje central de negocio, promoviendo planes de continuidad, capacitación interna y colaboración con comunidades y cadenas de valor.

Foto: Kathy Paredes, Gerente de Desarrollo Institucional de CentraRSE.
En estas semanas las empresas se encuentran desarrollando sus planes estratégicos y operativo para el año 2026. Seguramente tendrán sobre la mesa temas tan relevantes como la transformación digital e IA, que están impulsando al mundo a tomar decisiones innovadoras. Sin embargo, hay un tema crítico, que impacta a todos y que es constante, que es la vulnerabilidad ante desastres, y que se ve reflejado en el “Informe de Riesgos Globales 2025” del World Económic Forum, en donde los eventos climáticos extremos están posicionados en los primeros lugares.
Lo anterior se ve reflejado en los acontecimientos de los últimos años en Latinoamérica y el Caribe, que han tenido una sucesión de desastres que han puesto a prueba los límites de la resistencia. La temporada de huracanes ha sido recurrentemente más intensa y destructiva que han dejado un rastro de inundaciones y deslizamientos devastadores en la región, afectando a millones de personas y paralizando economías enteras. A esto se suman sequías prolongadas que han golpeado el Corredor Seco, comprometiendo la seguridad alimentaria, así como sismos e intensa actividad volcánica en países como Guatemala, México y Chile.
Estos eventos, maximizados por la vulnerabilidad socioeconómica y los efectos de los eventos climáticos, no solo han causado pérdidas humanas trágicas, sino que han generado pérdidas económicas millonarias, erosionando décadas de desarrollo y evidenciando la urgencia de un cambio de paradigma: de la respuesta reactiva a la construcción firme y decidida de la resiliencia.
Las cifras son reveladoras. Según el informe “Investing in Resilience” (2023) del Banco Mundial, por cada dólar invertido en resiliencia, hay un ahorro entre cuatro y siete dólares en pérdidas por desastres. Imaginen el impacto: recursos que hoy se destinan a resolver emergencias podrían estar impulsando el desarrollo de nuestras comunidades. Esta es la poderosa premisa que debemos llevar al corazón de nuestra gestión empresarial.
En el contexto del Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres 2025, con el lema “¡Invertir en resiliencia, no en desastres!”, queremos reflexionar sobre el papel crucial del sector privado en Guatemala y Latinoamérica. Nuestra región, hermosa y pujante, es también particularmente vulnerable. Frente a esta realidad, la preparación ya no es una opción secundaria en un informe de sostenibilidad; es una estrategia central de negocio, inteligente y necesaria.
Pero ¿en qué consiste esta resiliencia? Una empresa resiliente es aquella que entiende que su fortaleza depende de la fortaleza de su entorno. Esto significa trabajar de la mano con toda su cadena de valor: desde el pequeño proveedor local hasta el distribuidor final. Implica desarrollar protocolos de prevención que nos permitan identificar riesgos de manera anticipada, y establecer protocolos de respuesta claros que protejan, primero, a nuestra gente internamente, y que luego se extiendan de forma coordinada hacia las comunidades aledañas.
Es fundamental contar con planes de continuidad de negocio robustos, que nos aseguren poder seguir operando y sirviendo a nuestros clientes incluso en escenarios complejos. Capacitar a nuestros colaboradores, fortalecer a nuestros proveedores y dialogar con las comunidades no es solo un acto de responsabilidad; es la mejor póliza de seguro para nuestra propia operación.
Desde CentraRSE en Guatemala, de la mano de la Alianza del Sector Privado para Sociedades Resilientes ante Desastres (ARISE) y Connecting Business Initiative (CBi), hemos trabajado creando iniciativas y herramientas que permitan a las empresas fortalecer su gestión integral de riesgos y sus capacidades de respuesta ante desastres. Muchas de las buenas prácticas empresariales fueron claves en la recuperación y reconstrucción en escenarios críticos como la pandemia del covid-19 y otros desastres de gran magnitud que han tocado nuestro país. Por otro lado, nuestra organización está liderando el Consejo Consultivo de Finanzas Sostenibles, integrado por las principales empresas y entidades financieras del país, que se han dado a la tarea de desarrollar mecanismos para dinamizar las inversiones y financiamiento en temas de sostenibilidad, y en donde la inversión en temas resilientes es una prioridad.
Invertir en resiliencia, es invertir en nuestro futuro. Es la decisión más rentable para construir un tejido empresarial y social más fuerte, capaz de enfrentar los desafíos, y avanzar hacia un país más sostenible y próspero.